Un ictus es una enfermedad neurológica que se produce cuando el flujo sanguíneo del cerebro se interrumpe. Existen dos tipos:
Ictus isquémico: cuando el flujo sanguíneo se interrumpe por una obstrucción ( por ejemplo, por un trombo ) en un vaso sanguíneo.
Ictus hemorrágico: cuando un vaso sanguíneo se rompe, causando un sangrado dentro del cerebro.
Un ataque isquémico transitorio (AIT): es un tipo de ictus isquémico que se produce igualmente por la interrupción del flujo sanguíneo, pero de manera temporal, siendo habitual que los síntomas duren unos pocos minutos y que el paciente se recupere totalmente en menos de 24 horas. El AIT incrementa el riesgo de padecer un ictus y es, al igual que éste, una urgencia médica.
Los ictus -patología que en ocasiones se identifica también con los términos accidentes cerebro vasculares, ataque cerebral o apoplejía- son un trastorno brusco de la circulación cerebral que altera la función de una determinada región del cerebro. Según ha informado en un comunicado la Federación Española del Ictus (FEI), con motivo del Día Mundial de esta enfermedad, que se celebra este miércoles, esta afección provoca cada año 36.000 muertes -el 30 por ciento de los afectados- y ocasiona una discapacidad grave al 40 por ciento.
Así, hasta el 45 por ciento de las personas que ha sufrido un ictus presenta hemiparesia como secuela, hasta un 15 por ciento afasia -trastorno del habla-, el 20 por ciento no podrá caminar, el 30 por ciento sufrirá depresión o deterioro cognitivo y entre el 20 y el 55 por ciento precisará ayuda parcial o total.
Aunque la mayoría de los casos aparecen en personas mayores de 65 años, hasta un 15% se producen en gente con menos de 45 años. La causa principal del infarto cerebral es la arterioesclerosis, aunque también es frecuente que se deba a embolias o coágulos procedentes del corazón. En la hemorragia cerebral, la responsable suele ser la hipertensión arterial y las malformaciones arteriovenosas.
Llevar una dieta equilibrada y evitar hábitos nocivos para la salud puede prevenir su aparición. La hipertensión arterial, el tabaquismo, las enfermedades cardiacas, la diabetes, el aumento del colesterol, el consumo excesivo de bebidas alcohólicas, el consumo de drogas (anfetaminas, cocaína, etc), el sedentarismo y la obesidad son factores de riesgo que favorecen su desarrollo.
El abordaje precoz es vital ya que reduce la mortalidad y las secuelas. Por eso es muy importante saber identificar los síntomas para acudir lo antes posible a urgencias. Los signos de alarma son:
-Pérdida de fuerza en la cara, brazo y/o pierna de un lado del cuerpo, de inicio brusco.
-Trastornos de la sensibilidad, sensación de «acorchamiento u hormigueo » de la cara, brazo y/o pierna de un lado del cuerpo, de inicio brusco.
-Pérdida súbita de visión, parcial o total, en uno o ambos ojos.
-Alteración repentina del habla, dificultad para expresarse, lenguaje que nos cuesta articular y ser entendido por quien nos escucha.
-Dolor de cabeza de inicio súbito, de intensidad inhabitual y sin causa aparente.
-Sensación de vértigo intenso, inestabilidad, desequilibrio o caídas bruscas inexplicadas, si se acompañan de cualquiera de los síntomas descritos con anterioridad.
Si se detecta alguno de estos síntomas es necesario acudir cuanto antes a un hospital ya que "las primeras horas son clave en la evolución del paciente".
Desde la Sociedad Española de Neurología (SEN), advierten de que no hay que quitar importancia a estos síntomas porque desaparezcan espontáneamente ya que podría tratarse de un ataque isquémico transitorio que, si se trata a tiempo, puede evitar el infarto cerebral.
Para vencer el ictus todos contamos ¡Detectarlo a tiempo es vital!
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